Letra de canción descargada de: https://www.albumcancionyletra.com ------------------------------------------ Jose Hernandes - Capitulo 9 ------------------------------------------ Matreriando lo pasaba ya a las casas no venía; solía arrimarme de día, mas, lo mesmos que el carancho, siempre estaba sobre el rancho espiando a la polecía. Viva el gaucho que ande mal, como zorro perseguido, hasta que al menor descuido se lo atarasquen los perros, pues nunca le falta un yerro al hombre mas alvertido. Y en esa hora de la tarde en que tuito se adormece, que el mundo dentrar parece a vivir en pura calma, con las tristezas del alma al pajonal enderiece. Bala el tierno corderito al lao de la blanca oveja, y a la vaca que se aleja llama el ternero amarrao; pero el gaucho desgraciao no tiene a quien dar su oveja. Ansí es que al venir la noche iba a buscar mi guarida, pues ande el tigre se anida tmbién el hombre lo pasa, y no quería que en las casas me rodiara la partida. Pues aun cuando vengan ellos cumpliendo con su deberes, yo tengo otros pareceres, y en esa conduta vivo: que no debe un gaucho altivo peliar entre las mujeres. Y al campo me iba solito, más matrero que el venao, como perro abandonao a buscar una tapera, o en alguna vizcachera pasar la noche tirao. Sin punto ni rumbo fijo en aquella inmensidá, entre tanta escuridá anda el gaucho como duende; alli jamás lo sorpriende dormido, la autoridá. Su esperanza es el coraje, su guardia es la precaución, su pingo es la salvación, y pasa uno en su desvelo, sin más amparo que el cielo ni otro amigo que el facón. .............................. Ansí me hallaba una noche contemplando las estrellas, que le parecen más bellas cuanto uno es más desgraciao, y que Dios las haiga criao para consolarse en ellas. Les tiene el hombre cariño y siempre con alegría ve salir las Tres Marías; que si llueve, cuanto escampa, las estrellas son la guía que el gaucho tiene en la pampa. Aqui no valen dotores, sólo vale la esperiencia; aquí verían su inocencia esos que todo lo saben, porque esto tiene otra llave y el gaucho tiene su cencia. Es triste en medio del campo pasarse noches enteras contemplando en sus carreras las estrellas que Dios cría, sin tener mas compañía que su delito y las fieras. Me encontraba como digo, en aquella soledá, entre tanta escuridá, echando al viento mis quejas, cuando el grito del chajá me hizo parar las orejas. Como lunbriz me pegué al suelo para escuchar; pronto sentí retumbar las pisadas de los fletes, y que eran muchos jinetes conocí sin vacilar. Cuando el hombre está en peligro no debe tener confianza; ansí tendido de panza puse toda mi atención y ya escuche sin tardanza como el ruido de un latón. Se venían tan calladitos que yo me puse en cuidao; tal vez me hubieran bombiao y ya me venían a buscar; mas no quise disparar, que eso es de gaucho morao. Al punto me santigé y eché de giñebra un taco; lo mesmito que el mataco le arroyé con el porrón; -si han de darme pa tabaco-, dije,-ésta es gena ocasión-. Me refalé las espuelas, para no peliar con grillos; me arremangué el calzoncillo, y me ajusté bien la faja, y en una mata de paja probé el filo del cuchillo. Para tenerlo a la mano el flete en el pasto até, la cincha le acomodé, y, en un trance como aquél, haciendo espaldas en él quietito los aguardé. Cuando cerca los sentí, y que ahi no más se pararon, los pelos se me erizaron y,aunque nada vían mis ojos, -no se han de morir de antojo-, les dije, cuando llegaron. Yo quise hacerles saber que alli se hallaba un varón; les conocí la intención y solamente por eso es que les gané el tirón, sin aguardar voz de preso. -Vos sos un gaucho matrero- dijo uno, haciéndose el geno. -Vos mataste un moreno y otro en una pulpería, y aquí está la polecía que viene a ajustar tus cuentas; te va alzar por las cuarenta si te resistís hoy día. -No me vengan-, contesté, -con relación de dijuntos; esos son otros asuntos; vean si me pueden llevar, que yo no me he de entregar, aunque vengan todos juntos-. Pero no aguardaron más y se apiaron en montón; como a perro cimarrón me rodiaron entre tantos; ya me encomendé a los Santos, y eche mano a mi facón. Y ya vide el fogonazo de un tiro de garabina, mas quiso la suerte indina de aquel maula, que me errase, y ahi no más lo levantase lo mesmo que una sardina. A otro que estaba apurao acomodando una bola, le hice una dentrada sola y le hice sentir el fierro, y ya salió como el perro cuando le pisan la cola. Era tanta la aflición y la angurria que venían, que tuitos se me venían, donde yo los esperaba; uno al otro se estorbaba y con las ganas no vían. Dos de ellos que traiban sables mas garifos y resueltos, en las hilachas envueltos enfrente se me pararon, y a un tiempo me atropellaron lo mesmo que perros sueltos. Me fuí reculando en falso y el poncho adelante eché, y en cuanto le puso el pie uno medio chapetón, de pronto le di un tirón y de espaldas lo largué Al verse sin compañero el otro se sofrenó; entonces le dentré yo, sin dejarlo resollar, pero ya empezó a aflojar y a la pu...n...ta disparó. Uno que en una tacuara hbía atao una tijera, se vino como si juera palenque de atar terneros, pero en dos tiros certeros salió aullando campo ajuera. Por suerte en aquel momento venía coloriando el alba y yo dije: -Si me salva la Virgen en este apuro, en adelante le juro ser más geno que una malva-. Pegué un brinco y entre todos sin miedo me entreveré; hecho ovillo me quedé y ya me cargo una yunta, y por el suelo la punta de mi facón les jugué. El más engolosinao se me apió con un hachazo; se lo quité con el brazo; de no, me mata los piojos; y antes de uqe diera un paso le eché tierra en los dos ojos. Y mientras se sacudiá refregándose la vista, yo me le fuí como lista y ahi no más me le afirmé, diciéndole: -Dios te asista-, y de un revés lo voltié. Pero en ese punto mesmo sentí que por las costillas un sable me hacía cosquillas y la sangre me heló; dende ese momento yo me salí de mis casillas. Di para atrás unos pasos hasta que pude hacer pie; por delante me lo eché de punta y tajos a un criollo; metió la pata en un hoyo, y yo al hoyo lo mandé. Tal vez en el corazón le tocó un Santo bendito a un gaucho, que pegó el grito y dijo:-!Cruz no consiente que se cometa el delito de matar a un valiente!- Y ahi no más se me aparió, dentrándole a la partida; yo les hice otra embestida pues entre dos era robo; y el Cruz era como lobo que defiende su guarida. Uno despachó al infierno de dos que lo atropellaron; los demás remoliniaron, pues íbamos a la fija, y a poco andar dispararon lo mesmo que sabandija. Ahí quedaron largo a largo los que estiaron la jeta; otro iba como maleta, y Cruz de atrás les decia: -Que venga otra polecia a llevarlos en carreta-. Yo junté las osamentas, me hinqué y les recé un Bendito, hice una cruz de un palito y pedí a mi Dios clemente me perdonara el delito de haber muerto tanta gente. Dejamos amotonaos a los pobres que murieron; no sé si los recogieron, porque nos fuimos a un rancho, o si tal vez los caranchos ahi no más se los comieron. Lo agarramos mano a mano entre los dos al porrón: en semejante ocasión un trago a cualquiera encanta; y Cruz no era remolón ni pijotiaba garganta. Calentamos los gargueros y nos largamos muy tiesos, siguiendo siempre los besos al pichel, y por mas señas, ibamos como cigeñas estirando los pescuezos. -Yo me voy-, le dije,-amigo, donde la suerte me lleve, y si es que alguno se atreve, a ponerse en mi camino, yo seguiré mi destino, que el hombre hace lo que debe. -Soy un gaucho desgraciao, no tengo donde ampararme, ni un palo donde rascarme, ni un árbol que me cubije: pero ni aun esto me aflige porque yo sé manejarme. -Antes de cair al servicio, tenia familia y hacienda; cuando volví, ni la prenda me la habian dejao ya. Dios sabe en lo que vendrá a parar esta contienda.