Mabel, dejó el bolso con unas amigas y salió a bailar, las luces violetas la protegían.
Mintió la edad cruzando la pista vacía, y lo abrazó, sonaban las lentas, lo permitían.
Y la música siguió, y la pista se llenó. Giraba conversando con él.
Se habían visto alguna vez, un baile en el club de Salinas, los comentarios de rigor, y la mano en la espalda la sostenía. Un mostrador de mesas de salón de clase. La multitud. La luna de espejos giraba en el aire.
Y la música ayudó, vió la pista oscurecer. Su cuerpo recostándose en él.
Mabel dudó, pero no movió la mejilla, y besó también, fingiendo saber mientras aprendía.
Y la música cambió, y la música despertándose, y aquel perfume nuevo en la piel.
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