Sentado en el quicio de puerta, el pitillo apagado entre los labios, con la bina calada y en la mano, una vara nerviosa de avellano. Que recuerda su frente limpia y clara, quizá la primavera desojada, el olor de la pólvora mojada, o el sabor del carbón mientras picaba.
El abuelo fue picador, allá en la mina; y arrancando negro carbón quemó su vida
Se ha sentado el abuelo en la escalera, a esperar el tibio sol de madrugada, la mirada clavada en la montaña, es su amiga más fiel nunca le engaña.
Temblorosa la mano va al bolsillo, rebuscando el tabaco y su librito
y al final como siempre murmurando que María le esconde su tabaco.
El abuelo fue picador, allá en la mina; y arrancando negro carbón quemó su vida
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