Mi barrio se hizo veterano con la carpeta de los que se callan, junando a los que dicen irse, sabiendo adonde van antes que vayan. Mi barrio era un mulato "camba" parando en el estaño desde chico, oyendo las historias de malandras, de timbas, de fiolingas y milicos. Mi barrio era un buen inquilino pagando caro una casa barata. Vecino de sus hermanastros que ya se manejaban con más plata. Mi barrio era el mejor botija, un saco interminable de talento que hubiera armado las valijas de no haberse quedado en el intento. Dicen mis vecinas que escucharon por ahí y juran que salió de buena fuente, que el barrio esta cambiado y aseguran que es así, que el tiempo lo ha dejado diferente. La barra de la esquina dejó de trasnochar, de noche ya no cantan ni los grillos. Y dicen los botones de la seccional que está lleno de planchas y rastrillos. Pero yo lo quiero igual, como debe ser. Cuando me manda llamar yo lo voy a ver. Mi barrio se pasó la vida tratando de emparcharse con amores las cicatrices maleridas del mismo amor en luchas anteriores. Su esposa domadora fuerte, con varios hijos de lindos colores, trataba de impedir sin suerte que se les fuera atrás de los tambores. Su amante era una playa ardiente propensa a fomentar algunos líos madrina de los malvivientes madrastra de mis últimos amigos. Mi barrio que era un buen pasivo aprendiendo a perder la recompensa, un día se hizo fugitivo y se enorgulleció de su verguenza. Aunque le falle el bobo y sus nietos logren que se esté quedando mal de la cabeza, mi barrio me recuerda y me dice que al volver me va a tener guardada una sorpresa. Quién sabe, si lo encuentro tirado en un jardín cantando como hace cantar el vino, capaz que me confirma que preguntan por mí y crecieron las hijas del vecino. Porque yo lo quiero igual, como debe ser. Cuando me manda llamar yo lo voy a ver.
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