Zumba la arena fría al fondo del agua; viene del Este, pega y despierta el alma un gigante de la luna, sangre verde de las palmas; viento de oriente que llega y reclama: navega.
Hoy, casi al despertar, soñé que no estabas; al levantarme vi la tierra arrasada. Giraban por tu ausencia veletas y salamandras y un canto de aire llevaba mi pena: navega.
Navega, navega. Navega, navega.
Levanta del barro una estrella y en ella flotando livianas la espuma, la tierra y la llama, la pluma, la cerda y la escama; el sueño que tarda y el alba que llega, el agua, la sed y la arena. Navega, alma mía, navega, respira el dolor por las velas.
Navega, navega. Navega, navega.
Todo lo que arde va en el viento al olvido y así mide mi vida el reloj del río por dónde iré flotando con el último latido; flores que pasan y el brillo que queda navega.
Navega, navega. Navega, navega.
|