Espejo de mi suelo, Matanza ó Riachuelo, te cruzo con el fin de descubrir mi fiel deidad. Motivo del desvelo, el sueño que yo celo encuentra un botiquín en el confín de la verdad.
Haciendo necesario bancarse ese calvario, por miedo a verlo herir el frenesí del porvenir, me fumo ese resabio porque hace menos daño que verse transigir en una vil forma de huir.
Y en el refugio de mi paz (¿dónde, si no?) supe el milagro de encontrar en unos labios esa ventizca que hace efecto dominó en mi firmamento y entorpece al astrolabio.
¡Pudores malhechores! Me roban los cojones. Manyé que compartir con ella el tiempo de instrucción traería otras canciones, distintas sensaciones. Cobarde e infantil no aproveché ni una ocasión.
De ávido pavote no hay causa que me azote. Y hurgué en su ventanal dándome cuenta que, al final, merced es contemplarla a Mercedes en su salsa hippeando hasta el ardor, haciendo a las veces del sol.
Seguro ignora el berretín que cimentó la voluntad de hacer canción mis pareceres. Pero importante es que usted sepa el resplandor que se desprende de la figura de Mercedes.
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