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La Oreja De Van Gogh Aquella ingrata
Otra noche en una barra
conversando con el vino,
ese amigo al que cuenta la historia que ha sufrido.

Esa noche fue distinta, el sabor de las caricias que ella regaló en un baile.
Fue tan dulce y caprichoso
que inundó los seis sentidos
del segmento visitante.


Cómo pudo aquella ingrata
compartir aquel momento
de alegría y de lamento con el hombre de otra dama.

Cómo pudo aquella ingrata
compartir aquel momento
de alegría y de lamento con el hombre de otra dama.


Entre las mil y una telas
no vió ni un hilo de vida, sólo una sonrisa quieta.
Se vió sola en esa cama
que hace nada dos ingenuos compartieron hasta la mañana.


Desde entonces, siempre vuelve
a esa barra cada noche,
donde llora y sonríe.
No consigue deshacerse de un recuerdo que le ahoga,
le atormenta y le reprime.


Cómo pudo aquella ingrata
compartir aquel momento
de alegría y de lamento con el hombre de otra dama.
Cómo pudo aquella ingrata
compartir aquel momento
de alegría y de lamento con el hombre de otra dama.


Cómo pudo aquella ingrata
compartir aquel momento
de alegría y de lamento con el hombre de otra dama.
Cómo pudo aquella ingrata
compartir aquel momento
de alegría y de lamento con el hombre de otra dama.