Usted, compañero, es de los de siempre, de los quijotes, los incurables, tercos, de los amancebados a plena luz del día con el rabioso sueño de los pueblos.
Por eso, justamente, no lo olvida el obrero y su nombre gravita entre las asambleas, por su actitud honrada, sonora, sin dobleces, por esa resistencia de mole sensitiva, por su fe de montaña, más heroica y bravía que todos los gólgotas unidos de la tierra.
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