Todas las mañanas sale a correr, baja por el parque sur. Deja a sus hijos frente a la estación y espera que suban al tren.
Historia mundana, la castiga el tiempo y el suburbio crece más. Ya no es muy seguro andar tentando al diablo, lleva un arma por si acaso.
La mujer, la mujer maravilla. Vuelve al mediodía, cansada y aturdida, tampoco hay tanto por hacer.
No tiene trabajo aunque lo está buscando como cualquier desocupado. Inconscientemente yo me acerqué y con su arma me apuntó Frío como nieve levanté mis manos... podría ella haberme matado.
La mujer, la mujer maravilla.
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